El Códice Voynich y el futuro del trabajo
Hace unos días, unos investigadores canadienses especializados en criptografía anunciaron que habían resuelto uno de los mayores misterios de los últimos siglos, el idioma en el que está escrito el Códice Voynich.
Para ello, además de técnicas criptográficas, habían utilizado la omnipresente inteligencia artificial. En un momento en el que se habla tanto de los riesgos que esta tecnología puede suponer en términos de empleos, este podría ser un bonito ejemplo de colaboración entre hombre y máquina… si fuera verdad.
De eso hablamos en este #techno-bits en Capital Radio con Luis Vicente Muñoz:
Para los que no conozcáis el Códice Voynich, es un manuscrito de origen y contenidos desconocidos. Se sabe que se escribió durante la primera mitad del siglo XV, que cumple la Ley de Zipf, por lo que debe estar escrito en en un lenguaje natural encriptado.
A partir de aquí, sabemos pocas cosas. No sabemos el idioma, no sabemos quién lo escribió, por qué, ni incluso se reconocen las ilustraciones del libro que tienen plantas, estrellas e incluso dibujos sobre anatomías irreconocibles.
Es por eso que el misterio rodea este libro, y hay diversas teorías, algunas muy imaginativas. Entre las plausibles estaría el que no fuera más que una broma o engaño entre príncipes, hasta información transmitida por alienígenas.
Es normal pues, que haya habido multitud de intentos de descifrarlo, siempre utilizando las últimas técnicas criptográficas disponibles, y por supuesto, la última tecnología.
Así que cuando dos profesores de informática canadienses especializados en criptografía anunciaron que según sus análisis, pensaban que el idioma en el que estaba escrito el idioma era el hebreo, todo el mundo pensó que estábamos ante el principio del fin del misterio.
El problema fue cuando se hizo público el estudio y se vio que los investigadores, después de aplicar diferentes técnicas de descifrado, alguna de ellas quizá un poco creativas, habían utilizado Google Translate para identificar el idioma.
Más allá de pensar que probablemente un experto en hebreo podría haber sido muy útil para dar más solidez a su anuncio, entra en el terreno de lo ridículo el utilizar un traductor que está lejos de ser perfecto con las versiones modernas de los idiomas que soporta, para traducir un texto de 500 años.
Así que estos investigadores están más cerca del ridículo que de la gloria, y desde luego no será un caso de estudio de colaboración entre las personas y las máquinas.
Sin embargo, en los últimos tiempos hemos hablado mucho del Códice Voynich en España, y es que una empresa española, la editorial Siloé, consiguió la exclusiva por parte de la Universidad de Yale (actual propietaria del Códica) para la reproducción de 898 facsímiles del Códice.
El año pasado tuve la suerte de poder invitar a Juan José García Gil, director y fundador de Siloé, al TEDxSantAntoni precisamente para hablar del Códice.
Si ya el libro nos parece misterioso, como una pequeña editorial de Burgos, puede conseguir una exclusiva así, no es desde luego un misterio, sino una maravillosa sorpresa.
En realidad, es un reconocimiento al magnífico trabajo que llevan haciendo desde hace años publicando facsímiles de obras de arte, que son en sí mismas obras de arte.
Porque reproducir el tipo de códices, manuscritos y libros antiguos que copia Siloé no es nada sencillo. Para empezar, se necesita la última tecnología de copia digital para conseguir altísimas resoluciones que luego permitan una reproducción realista. Pero lo que convierte estas reproducciones en verdaderas obras de arte, es lo que Juan José llama «sustancia».
Es reproducir los dobleces, las roturas, los cosidos, incluso los agujeros creados por polillas o incendios a lo largo del tiempo. Todo esto se reproduce de forma artesanal. No hay máquina que sea capaz de hacerlo. Por no hablar de que algunos de estos libros (no es el caso del Voynich) llevan incrustaciones de oro y otros materiales.
Así que al final, sí que podemos ver alrededor del Códice Voynich el futuro del trabajo en este mundo tan automatizado hacia el que vamos. Personas, en este caso artesanos, aprovechando al máximo la última tecnología para realizar un trabajo imposible para las máquinas porque necesita de «sustancia»
@resbla