Las celestinas se quedan sin trabajo
Estamos constantemente hablando de disrupciones digitales que dejan profesiones en el olvido. Mecanógrafas, fareros, dependientes en videoclubs ya han pasado a la historia.
Pues ahora, gracias a una investigación de varios profesores de la Universidad de Stanford, ya sabemos que las celestinas están a punto de desaparecer.
De esto hablamos en este #technobits de Capital Radio con Luis Vicente Muñoz:
Vale que las celestinas no son una profesión, al menos desde hace ya tiempo, pero sí que es verdad que ha sido un rol fundamental en las sociedades desde el principio de los tiempos.
La función de celestina, en una acepción amplia de la palabra, ha sido tradicionalmente la de actuar de «intermediario» en el proceso de búsqueda de pareja.
Tradicionalmente siempre se ha pensado que su la existencia de esa figura era fundamental a la hora de acertar con la pareja. De hecho, en términos económicos, su labor se puede asimilar a la de los intermediarios. Aumentan la eficiencia del «mercado de solteros» y consiguen mejores «transacciones».
La celestina hace una labor de filtrado de posibles candidatos presentando sólo los «mejores» a la persona que busca pareja. Esto puede tener unos problemas importantes si los sesgos (prejuicios) de la celestina no están alineados con los del interesado. Esto se traduce siempre en una pérdida del control de la operación por parte del interesado.
Por eso es lógico pensar que que la ola de desintermediación que ha traído lo digital también pasara por encima de las celestinas. Y así ha sido.
Los profesores de Stanford han trabajado sobre datos obtenidos a través de encuestas en EEUU que preguntan sobre la forma en la que los encuestados encontraron a su actual pareja.

Es interesante ver la evolución desde los años 40. Si entonces la principal celestina era la familia, luego pasó a estar entre los amigos, hasta que ya en este siglo, la principal forma de encontrar pareja es online. De hecho, en el 2017 casi el 40% de los encuestados dijeron haber encontrado su actual pareja en internet.
No parece casual cómo la curva se dispara justo después del 2010. Tinder, la app celestina por excelencia, nació en el 2012 y tiene 10 millones de usuarios diarios.

Y no, no sólo es usada por solteros…

Pero si a priori parece que las apps han traído más control, independencia y privacidad a los solteros en búsqueda de pareja, todo esto tiene un lado oscuro del que se conoce muy poco y del que aún no podemos entender las consecuencias que pueden tener.
Hace un par de años, la periodista Judith Duportail publicó un artículo en The Guardian en el que contaba la tremenda sorpresa que se llevó al descubrir la cantidad de información que Tinder tenía sobre ella. Duportail ha seguido investigando, y acaba de publicar El algoritmo del amor (un artículo sobre el mismo, y una entrevista a su autora).
Duportail ha ido entendiendo mejor a lo largo de la investigación el poder del algoritmo que gestiona Tinder y que determina a quién y a quién no ves cuándo utilizas la app.
Este algoritmo está configurado para ir generando una clasificación de usuarios parecida a la ELO del mundo de ajedrez. De esta manera, los usuarios terminan viendo principalmente a otros usuarios de su mismo «nivel».
Esto significa, que al final, en realidad lo que nos han dado este tipo de apps es una falsa sensación de control ya que sigue habiendo una labor de filtrado que hace un algoritmo.
Hay que recordar que ese algoritmo simplemente aprende de los usuarios para hacer ese ranking. Y por lo tanto, incorpora los prejuicios, sesgos y discriminaciones que tienen los propios usuarios.
Y ese es un debate ético interesante. ¿Debería el algoritmo de una app cómo Tinder estar diseñado para eliminar esos sesgos que perpetúan estereotipos y discriminaciones? O, ¿el que los algoritmos reflejen cómo son sus usuarios es lo normal? Varios artículos muy interesantes sobre esto (aquí, aquí y aquí).
Pero el algoritmo de Tinder va más allá. Tinder utiliza Rekognition, una herramienta de reconocimiento facial de Amazon y famosa por sus numerosos y peligrosos sesgos raciales y de género.
Tinder utiliza Rekognition para estimar el coeficiente intelectual, el nivel de estudios de sus usuarios e incluso su personalidad, incorporando estos datos al algoritmo y añadiendo aún más sesgos al proceso de selección de posibles candidatos.
Lo que tampoco podemos olvidar es que estas apps son desarrolladas por empresas que persiguen legítimos fines empresariales. Estas apps generan ingresos a través de suscripciones. En realidad, desde su punto de vista, las apps son más exitosas cuánto más mantienen a sus usuarios enganchados y por lo tanto pagando la suscripción. De hecho, se podría decir que cuando se genera una pareja estable dentro de la app, Tinder pierde dos clientes.
Desde este punto de vista, estas apps son de entretenimiento. Igual que Netflix quiere que veas muchas series y películas para que pagues la suscripción, Tinder quiere que veas muchos candidatos y estés muy atento a tus matches para que también justifique que pagues por ella.
De esta manera, es normal que la app esté diseñada teniendo eso en cuenta y centrada en formas de enganchar a sus usuarios, lejos de los objetivos de una celestina perfecta que sería el de buscarte la mejor pareja.
Un ejemplo de esto fue cómo Tinder, buscando facturar más, pensó que los usuarios de más de 30 años estarían dispuestos a pagar más por sus servicios. Tuvo que recular, y pagar una multa.

Uno tiende a pensar que la polémica respecto a Tinder y su algoritmo es en realidad una polémica que viene al ver en negro sobre blanco las diferencias entre lo que nos gustaría ser y lo que realmente somos como sociedad.
Queremos ser libres, justos, racionales y sin prejuicios, pero claramente no lo somos, ni a nivel grupal ni individual.
La gran pregunta es si estas apps ayudan o perjudican a esos objetivos. No podremos saberlo hasta dentro de unos años cuando tengamos perspectiva. Lo que está claro es que en general, la gente prefiere estas celestinas digitales a las celestinas del pasado, prejuiciosas y sesgadas por sus vivencias y creencias personales. Los datos así lo dicen.
En todo caso, un debate también muy interesante es el de hasta que punto deberíamos delegar en este tipo de apps la búsqueda de pareja. Hablar de sus sesgos debería ayudarnos a hacer un uso crítico de ellas, pero también, tener una visión crítica sobre la diferencia entre lo que decimos y hacemos.
@resbla
PD: Dos ejemplos de «experimentos sociales» en tinder (aquí y aquí)