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Las telcos vuelven a los zapatos

En EEUU, las telcos están saliéndose todo lo rápido que pueden del mundo de los contenidos. Una estrategia que hace no tanto era obligatoria cómo forma de evitar convertirse en «dumb pipes«, se ha convertido en peligrosa a medida que la batalla por los contenidos se ha puesto cada vez más cuesta arriba y la competencia en el mercado de las telecomunicaciones se ha calentado.

De todo esto hablamos en este #technobits de Capital Radio con Luis Vicente Muñoz:

https://resbla.com/wp-content/uploads/2021/05/telcos-pure-play.mp3?_=1

 

Hace 5 años escribí este artículo justo cuando alguna de las operaciones que ahora se deshacen se produjeron. En él hablábamos de varias estrategias que estaban siguiendo las telcos, y cómo una de ellas era generar capacidad de producir contenido a través de compras de este tipo de empresas. En estos últimos días AT&T ha anunciado que hace un spinoff de WarnerMedia justo después de que Verizon hiciera lo mismo con Yahoo.

Todo indica a que después de años hablando de «triple play» (y cuádruple), la palabra de moda es «pure play«, que podríamos traducir cómo zapatero a tus zapatos. Después de años intentando llenar las «tuberías» con datos provenientes de servicios propios de alto valor añadido, se está probando que esa estrategia tenía bastantes problemas.

Antes de la explosión del streaming de vídeo, la oferta de televisión de pago se hizo obligatoria para las telcos, y algunas se lanzaron a comprar operadoras de televisión. Fue el caso por ejemplo de AT&T con DirecTV, la cual por cierto, también está en proceso de separarse de ella. Esto ocurrió en 2014, y probablemente fue un espejo en el que Telefonica se miró para comprar Canal+ el año después.

En 2014 ya lo habitual era que la televisión de pago llegara por ADSL (telefonica empezó a hacerlo en 2004), pero se veía cómo un paso obligado para tener dentro de la casa las cuatro patas de la oferta global y ser capaces de diferenciarse de la competencia a través del contenido. No cabe duda además de que estas operaciones son mucho más sexy que el tirar cable o invertir en torres de telefonía.

El problema es que el mercado de los contenidos estaba siendo disrumpido por empresas que estaban apostando por una estrategia direct-to-consumer (DTC) cómo HBO o Netflix. Empresas además, que sabían muy bien generar contenidos de altísima calidad, contenidos que exigen una agilidad, cultura y recursos muy alejados de los que tenían estas telcos.

Para ellas, el que la gente contratara una adsl y luego viera Netflix sin que este dejara un «peaje» era una tremenda injusticia, y algo en lo que insistieron que se debía regular. Por suerte, no estamos en un mundo en el que las operadoras definen las normativas a su antojo, así que la realidad se ha ido imponiendo, y en casos como el de telefonica, no les ha quedado otra que convertirse en distribuidores de Netflix.

Pero de alguna forma volvemos a la casilla de origen. A pesar de la millonada invertida, los contenidos al final han significado todo lo contrario de lo que pensaban los ejecutivos (y consultores) de la época. No sólo no han servido para diferenciar la oferta, sino que han servido para comoditizar aún más la conectividad. Da igual la operadora con la que contrates, todas te ofrecen paquetes de contenido muy similares, o incluso, no hace falta que lo contrates con ella, siempre puedes contratar una oferta DTC.

Los más viejos del lugar nos acordamos de que esto no es la primera vez que les pasa a las telcos. ¿Os acordáis de Ole o Yahoo? Pero lo dicho, siempre esto es más sexy y con una narrativa más potente que anunciar que quieres ser el más barato.

Pero sistemáticamente, y esta industria no iba a ser diferente, siempre hay algunas empresas que se dedican en cuerpo y alma a ser las más baratas. A entrar «por abajo» en una industria, y disrumpirla con precios bajos y eliminando servicios superfluos. Sí, exactamente la definición de disrupción de Christensen.

En España, ese papel lo han jugado principalmente las operadoras virtuales y MasMovil, que les han ido comiendo poco a poco la tostada a las incumbentes.

Así que llevamos ya tiempo oyendo quejas de lo insoportable que es la guerra de precios que hay en el sector, e incluso peticiones de una regulación para aliviar la situación… Algo que suele ocurrir cuando las empresas que operan en un sector comoditizado siguen viviendo una realidad paralela en la que están convencidos de que sus servicios son de altísimo valor añadido y los clientes no saben apreciarlo. Y claro, hay que obligar legalmente a que lo reconozcan.

No hay que ser un gurú de los negocios para darse cuenta de que esto no parece que vaya a cambiar, es más, probablemente vaya a más. En EEUU lo tienen claro, y por eso las grandes operadoras están soltando todo el lastre que pueden para poder volver a sus zapatos. Veremos lo mismo a este lado del Atlántico pronto. Que Amazon compre MGM es sólo una señal más de que lo de los contenidos va a ser un coto cerrado pronto.

Lo que aún no hemos visto allí, es la pasión por la que las operadoras se han lanzado al mercado de la venta de electricidad. Sin duda, lo más alejado de un océano azul que se me ocurre. Cierto es que hay algunos ejemplos en el Reino Unido o en Australia de empresas que se dedican a las dos cosas, de hecho, Morgan Stanley cree que es el camino a seguir. Sorprende eso sí, que nunca se lanzaran con tanto interés a proveer servicios cloud, cuando uno diría que están mucho más cerca de su core business.

Dejaremos las predicciones a los profesionales, pero no hay dudas de que hay «alguna diferencia» de estrategia entre intentar producir la siguiente serie de éxito o intentar arañar un céntimo en la tarifa de la luz a través de un bundle. Cosas de la transformación digital.

@resbla

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Llegan los sindicatos a Spotify

Llevamos unas semanas muy pendientes de lo que pasaba con el intento de crear un sindicato en uno de los almacenes de Amazon. También con todas las sentencias en diferentes países sobre los trabajadores de plataformas como Uber, Glovo o Deliveroo, también muchas veces con los sindicatos como protagonistas.

Pero las plataformas de música están también viendo cómo nacen sindicatos que participan de una guerra cada vez menos soterrada entre ellas.

De todo esto hablamos en este #technobits de Capital Radio con Luis Vicente Muñoz:

https://resbla.com/wp-content/uploads/2021/04/sindicato-spotify.mp3?_=2

 

Recientemente, lo que empezó cómo discusiones en zooms y foros, se convirtió en un sindicato. El Union of Musicians and Allied Workers ha ido sumando miembros y ha ido aumentando su perfil en medios a través de acciones directas contra su principal objetivo, Spotify (la foto de arriba es una manifestación a sus puertas), y a través de diferentes artículos.

La principal petición de este sindicato es que Spotify suba el pago a los músicos a un centavo por canción reproducida. Ahora mismo, la cifra depende de muchos factores, pero va desde un tercio a la mitad de ese centavo. Aquí hay una calculadora que intenta estimarlo y que compara las diferentes plataformas.

En este artículo, se habla de cómo un músico que quisiera cobrar el sueldo mínimo en EEUU necesitaría que sus canciones se escucharan 650000 veces al mes.

Pero el problema no es sólo es. Hay muchas quejas en cuanto a las plataformas sobre su falta de transparencia en cuanto a pagos, pero sobre todo, en cuanto a las recomendaciones que las plataformas hacen a sus usuarios sobre qué música escuchar, o directamente, la música que va sonando cuando los usuarios escuchan música similar a las de sus gustos.

Hay un término que se usa en la industria desde los años 30 del siglo pasado que ha vuelto a la palestra. Se trata de payola. Una práctica en algunos casos ilegal, y en otros casos al menos muy oscura, por el que se pagaba a radios para que pusieran determinadas canciones sin avisar a su audiencia de lo que en realidad era un promoción.

Este tipo de pagos también se hacían a otros eslabones de la cadena (si habéis visto Vynil sabéis de lo que hablo), y es obvio pensar que de una u otra forma, eso sigue en nuestros días con prácticas más digitales, cómo pagando a influencers para que pongan determinadas canciones en sus listas de spotify, o incluso cambiando la forma que escuchamos música.

De hecho, spotify ha ofrecido la posibilidad a los músicos el reducir sus ingresos a cambio de mayor promoción por parte de la plataforma a través de su función «discovery mode«.

Spotify sigue siendo el claro líder mundial en streaming de música, pero aún así, sigue sin dar beneficios, su principal excusa para seguir manteniendo los pagos bajos a los músicos.

De hecho, a pesar de seguir aumentando usuarios de pago, sus últimos resultados muestran un empeoramiento de los márgenes debido al aumento de la competencia en este mercado. Que por cierto, cada vez es más importante para la industria que está a punto de volver a niveles de ingresos de hace 20 años.

Pero claro, hay un «pequeño» detalle en todo esto. Las plataformas con grandes fondos de capital riesgo detrás, cómo es el caso de Spotify, casi nunca tienen cómo objetivo a corto plazo ser rentables. Sus objetivos suelen estar más relacionados con crecimiento y tamaño. Y si no, que se lo digan a Uber. Así que los músicos tienen motivos para pensar que ellos son el producto, casi un mal necesario para las plataformas de la misma manera que los conductores lo son para Uber.

No hay que olvidar que Apple y Spotify tienen una guerra abierta que va más allá de la competencia por el mercado del streaming de música. Spotify es una de las empresas más activas luchando contra la política de cobros de Apple en su app store. No sólo con denuncias ante las autoridades para la defensa de la competencia, sino también regularmente hablando y escribiendo públicamente sobre ello, cómo en este reciente artículo.

Así que es normal que Apple haya entrado al trapo hablando de que ellos pagan más a los músicos y son más transparentes que Spotify, en parte también respondiendo a una iniciativa de Sportify llamada «Loud and Clear«.

Sin embargo, la historia nos dice que en las plataformas bilaterales, de lejos, lo más importante es el efecto red. Es decir, los oferentes de productos o servicios (en este caso música) vendrán atraídos más por el número de clientes que hay al otro lado de la plataforma que por las condiciones que les ofrece. De esta manera, todas las plataformas siempre han priorizado el lado de los clientes y hacerlo crecer lo más posible sabiendo que del otro lado tragarían «carros y carretas».

Si esto sigue así, me temo que los mensajes de Apple serán irrelevantes, y para los músicos sólo les quedará la opción de seguir haciendo acciones directas que acaben por convencer a Spotify de mejorar las condiciones.

Sin embargo, quizá la verdad absoluta sobre el efecto red esté empezando a tambalearse. Cómo decía este reciente artículo, estamos llegando a un punto en el que a las grandes tecnológicas se les están acabando los «océanos azules» y cada vez se están metiendo en los de los otros para convertirlos en rojos.

De hecho, por hacer un poco de negocio-ficción, Amazon Music es el tercer jugador en este mercado en gran parte por los clientes de Amazon Prime que tienen acceso incluido en su suscripción de Prime. Seguimos con la ficción, ya que para Amazon, Amazon Music es un accesorio (en parte) para generar suscripciones de Prime, podría jugar la carta de atraer músicos con mejores condiciones que Spotify y soportar bajadas de ingresos con tal de seguir aumentando suscripciones de Prime que le reviertan en el resto del negocio.

En definitiva, que esta competencia antes no era necesaria porque había mucho mercado para cada una de las grandes en su negocio principal, pero ahora tendrán que empezar cada vez más a meterse en el del resto.

@resbla

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Suscripciones por encima de nuestras posibilidades

Aunque parecía difícil, estamos viviendo una nueva explosión en la creación de contenidos digitales liderada por creadores individuales e independientes, que aunque no son típicamente profesionales, están buscando en muchos casos monetizar estos contenidos.

Después de la explosión de los contenidos en vídeo en youtube, twitch o tiktok, ahora esta explosión está ocurriendo en un formato que podríamos casi llamar tradicional, voz y texto, y para monetizar estos contenidos, todos están mirando a un modelo de negocio muy tradicional, la suscripción.

Es poco probable que encima de todas las suscripciones que ya tenemos vayamos a tener otras cuantas para creadores individuales de podcasts, newsletters o twitter Super Follows, así que es probable que veamos que la historia se repite.

De todo esto hablamos en este technobits de Capital Radio con Luis Vicente Muñoz:

https://resbla.com/wp-content/uploads/2021/03/suscripciones.mp3?_=3

 

Pero vamos a hacer un poco de historia. Las cartas de noticias existen, que sepamos, desde los romanos. Tradicionalmente, sus autores hacían un resumen de las últimas noticias a sus destinatarios, que en muchos casos estos utilizaban para informar a sus vecinos.

Una de las más importantes y reproducida fue la carta con la que Cristóbal Colón avisó a los Reyes Católicos de su llegada a América que fue publicada y traducida a muchos idiomas.

En el siglo XV, aparecieron los avvisi que junto con las letter of news se convirtieron en servicios de suscripción por parte de emprendedores que vieron que había valor en las noticias, en la generación de contenido que diríamos ahora.

Estas newsletter evolucionaron hasta los periódicos de hoy en día, agrupando redactores (creadores de contenido) bajo el mismo techo para dar una información lo más amplia posible normalmente siguiendo una línea editorial. El modelo de negocio principal de los periódicos fue también el de suscripción durante mucho tiempo.

Pero llegó internet, y las grandes empresas tecnológicas cambiaron el juego monopolizando la distribución. El contenido lo seguían generando los mismos (de momento seguiremos centrados en las noticias), pero la distribución pasaron casi a monopolizarlo los buscadores (google a la cabeza) y las redes sociales.

A estas empresas tecnológicas, perdonen el aforismo, les da igual culo que cara, lo que les importa es el volumen. Su modelo de negocio está basado en dar contenido gratis a cambio de publicidad, lo que empujó a muchos creadores a probar modelos freemium, pero esto no paró la sangría.

Este modelo de negocio muy de volumen de contenido pagado por publicidad también encajó bien con los youtubers e instagrammers, al menos con los que han alcanzado el status de verdaderas estrellas.

Sin embargo, para creadores de contenido más de nicho con un público limitado, tampoco se demostró viable. De hecho, estos lo único que hacen es alimentar el long tail del que tanto se benefician estas plataformas tecnológicas sin recibir mucho a cambio.

Y sí, aunque no parece que nadie lo pidiera, estamos de nuevo en una era de creadores de contenido digital, y además están creando contenidos en «nuevos» formatos. Ya hemos dejado atrás el vídeo, y la última moda está en la voz y el texto.

Ya hablamos de la locura de clubhouse que se suma a la creciente fiebre por los podcasts. Y ya casi nos habíamos acostumbrado a que cada día nazcan centenares de nuevas newsletters, normalmente en substack. Pero también cada día vemos nuevos creadores de contenido que exploran monetizar en las plataformas tradicionales con opciones de mecenazgo.

Una de estas plataformas tradicionales, twitter, acaba de anunciar que se sube al carro de lanzar servicios de suscripción para creadores, el suyo se llama Super Follow, y se suma a los anunciados recientemente por Spotify para podcasts, o los que han ido haciendo tiktok, facebook en esta línea.

También habría que recordar la plataforma de creadores (ejem) onlyfans, nacida relativamente hace poco para cubrir esta necesidad de monetizar el contenido cuando no tienes suficientes seguidores como para que te lleguen grandes cheques de youtube o instagram.

Otra plataforma que se anticipó mucho a esta explosión de «microcreadores» es patreon y está pensado más bien que para un modelo de suscripción, para un modelo de mecenazgo. Con patreon, los creadores separan el contenido de la monetización, así hay periodistas que piden a sus seguidores que hagan aportaciones a través de patreon para seguir su trabajo y creando contenido exclusivo para sus mecenas.

Así que estamos al borde de que no será suficiente con las suscripciones a nuestros servicios de streaming favorito, vamos a tener que suscribirnos (pagando) al canal de nuestro humorista favorito, al de nuestro comentarista económico de cabecera, o al de nuestra profesora de mindfulness. Me temo que vamos a tener suscripciones por encima de nuestras posibilidades.

Pero cómo la historia de los negocios es circular, lo siguiente que veremos serán plataformas agregadoras de contenidos, que a través de una suscripción nos den acceso a muchos de estos «microcreadores». Vamos, cómo un periódico.

Estoy también seguro de que algunas de estas plataformas resucitarán el concepto de «curated content« (y no, no es curación (sic) de contenido) que estaba muerto con razón, pero que no cabe duda de que ahora va a volver a tener otra oportunidad. Es decir, lo que han hecho los editores de los periódicos de toda la vida.

Puede no parecerlo a simple vista, pero estamos en un momento muy interesante en cuanto al contenido digital. Parece que la eterna promesa de la monetización para pequeños creadores está más cerca que nunca, y es probable que de todo esto salga un panorama cambiado en cuanto a plataformas y distribución del contenido.

Pero recuerden, la historia de los negocios es circular

@resbla

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